En este capítulo el autor relata el estado
de Chile durante el siglo XVIII y a principios del siglo XIX, definiéndolo como patria vieja, cuando las ideas
ilustradas servían de fermento y orientación a las luchas independentistas. Puntualiza
la influencia criolla ante la inexistencia de las castas, ya que la cohesión de
la oligarquía criolla, que aspiraba a
sacudirse de la presión metropolitana, trataba de expandir por su cuenta la
economía del país e influenciar a la sociedad, a través de la publicación de
documentos, cuyos voceros eran Juan Egaña y Camilo Henríquez.
El autor destaca que durante ese periodo
los criollos tenían aspiraciones políticas con un ideal republicano. Esto lo
divide en dos vertientes: por un lado estaban los criollos que aspiraban a la
independencia total y por otro lado estaban los peninsulares que soñaban en el
viejo estado de cosas. Se identifican personajes como José Cabrera, iniciador
del caudillismo en Chile, como uno de los caudillos con más prestigio social y
político del entonces, cuyas ideas colisionaron con el conservadurismo. Hay que
destacar que durante su periodo la revolución criolla experimentó un giro
ideológico radical por la enorme difusión de las publicaciones periódicas, a
través del periódico La Aurora de Chile.
Asimismo, prevalece la figura de Camilo
Henríquez Gonzáles, director del primer periódico chileno denominado La Aurora y proliferador de la Ilustración en el país
Suramericano. Este personaje llegó a Chile en 1810 y se encargó de difundir las
ideas de la Ilustración francesa. Se
inspiraba en el Contrato Social de Rousseau y en el ejemplo de la Revolución de
Estados Unidos.
El autor puntualiza que, a través del
medio de comunicación mencionado anteriormente, Camilo Henríquez lo utilizó
para llevar lustre y educación al pueblo en torno a sus derechos humanos,
reconociendo la existencia de un estado natural y al mismo tiempo la necesidad de
superarlo. Me place citar una de las publicaciones: “Está ya en nuestro
poder el grande el precioso instrumento de la ilustración universal: la
imprenta. Los sanos principios, el conocimiento de nuestros eternos derechos,
las verdades sólidas y útiles, van a difundirse entre todas las clases del
Estado. Todos sus pueblos van a controlarse con las frecuentes noticias de las
providencias paternales y de las miras liberales, y patrióticas de un Gobierno
benéfico, promovido, infatigable, y regenerador. La pureza y justicia de sus
intenciones, la invariable firmeza de su resolución llegará sin desfigurarse
por la calumnia hasta las extremidades de la tierra. Empezará a desaparecer
nuestra nulidad política; seguirá sintiendo nuestra existencia civil: se
admirarán los esfuerzos de una administración sagaz y activa, y las maravillas
de nuestra generación. La voz de la razón y de la verdad se hubieran entre
nosotros después del triste e insufrible silencio de tres siglos”.
En esta misma tradición y siempre
comentando el texto en cuestión, el autor se mueve en el supuesto intelectual
promovido por Henríquez de que existen derechos naturales e inalienables de las
personas, que nadie puede o debe violar. Avanzando en el texto llega la
concepción de la sociedad como un pacto social entre sus miembros, el cual debe
ser observado en sus partes por todos los integrantes del ordenamiento jurídico
y social. Su respuesta es que en el libre consentimiento de los pueblos que
podemos llamar pacto o alianza social es donde radica la autoridad. Concluye este
apartado haciendo un ferviente llamado al fortalecimiento del patriotismo, cuya
promoción debe ser un objetivo central de las instituciones políticas.
Por otro lado, el autor destaca las obras
que surgieron en el contexto de la independencia chilena como el Catecismo Político
Cristiano y el Catecismo de los Patriotas. Ambas circularon en circunstancias
diferentes. El primero circula en vísperas de instalación de la primera Junta de
Gobierno en 1810. Hablamos del Catecismo Político Cristiano que se inscribe en
el contexto de dos vertientes ideológicas: la filosofía de la ilustración y la
filosofía política neoescolástica española del siglo XVII. En cambio, el
Catecismo de los Patriotas es mucho más radical y más definido con la ideología
de la ilustración, lo cual queda claro en los ejes temáticos del texto, a saber:
la patria y las virtudes patrióticas, la declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano, del Gobierno y sus formas de la soberanía
popular.
El catecismo político Cristiano se le
atribuye a José Amor , y comienza preguntando ¿cuál de estos
gobiernos es mejor para que los hombres sean felices?, no da una respuesta
inmediata sino que comienza por descartar el Gobierno despótico al considerarlo
peor que la peste. Luego, sigue con el monárquico, que aunque lo considera menos
malo que el anterior, entiende que constituye un yugo menos pesado, pero que
pesa demasiado sobre los miserables mentales.
El autor destaca los propósitos políticos de
los textos publicados los cuales fueron: preparar las condiciones para el
triunfo de la causa independentista y garantizar el éxito del Cabildo abierto
que se había convocado justamente en 1810. Está en la línea del liberalismo
político propugnado por el Gobierno republicano y por la democracia
representativa que, según la expresión del autor, están todas las formas de
Gobierno el menos expuesto a los horrores del despotismo y la arbitrariedad, es
el más suave, el más moderado, el más libre y el mejor para hacer felices a los
vivientes nacionales.
Vemos que en este texto de 1810 ya no se
habla de españoles, sino de chilenos que quieren asumir su propia identidad y
sus propios destinos históricos. La convocatoria de un Cabildo abierto que se
le alude en el texto es para constituir un poder organizado, formado por
chilenos que asuman con valentía su propia suerte futura, con la energía y la
dignidad de hombres libres.
Por otro lado, el autor cita la obra
Catecismo de los patriotas y la describe como un texto escrito en forma
dialógica, en una dialéctica de preguntas y respuestas. Señala que la obra fue
publicada en el Monitor Araucano, periódico que sustituyó en sus labores de
promoción a las ideas ilustradas de la Aurora de Chile. El autor lo concibe
como el promotor del patriotismo y las ideas del programa ilustrado moderno. De
igual forma, se pregunta la definición de ser patriota y responde que el amor a
la patria es un sentimiento inspirado por la naturaleza y sancionado por la
religión.
Piensa que hay que poner la patria por
encima de los intereses individuales, porque cada ciudadano participa de la
felicidad y de los bienes de la patria; todo lo bueno y malo que tiene la
nación se refleja en cada individuo. En cuanto a la libertad, distingue en la
obra dos tipos de libertades: la nacional y la civil. La libertad nacional es
la independencia del país respecto a cualquier otro, grande o pequeño. La civil consiste en que la ley sea igual para
todos y en que todos sean iguales ante la ley. Ambas ideas son parte del credo
ilustrado.
Para el autor el Catecismo de los
patriotas enaltece los derechos humanos y señala que estos deben ser entendidos
y tenidos en cuenta, a fin de que la sociedad no se vea envuelta en males
mayores. Afirma que la libertad no es un regalo, sino una conquista con el
valor o la fortaleza es también una virtud de la República afirmó
El autor también describe otro escrito
llamado Proclama de Quirino Lemáchez que circuló por las calles de Chile en
1811 y es de la autoría de Camilo Henríquez. Es un texto depurado, donde las
ideas ilustradas fluyen libremente con claridad. En este documento se pone de
relieve la fuerza del sentimiento de libertad en este hombre de la ilustración
de América y define a la libertad como un sentimiento opuesto a la tiranía. Es
importante resaltar que la sociedad inglesa y sus instituciones constituyen la
fuente de inspiración de Camilo Henríquez.
Añade que la libertad es el germen del
progreso material y espiritual de los pueblos y que si no la conquistan, seguirán
en tiranía, despotismo y atraso. De manera clara, el autor cita cómo el ilustre
chileno y americano le da una respuesta teórica a los enemigos de la libertad
humana que llevan mensajes desorientados, mediante los cuales presentan a
libertad como un virus destructor que corroe las sanas costumbres y hunde en la
pobreza a los pueblos.
En el siguiente párrafo de la obra citada
por el autor, se anuncia la muerte del antiguo régimen social y monarquía
española, y piensa que el viejo pacto que unía las colonias americanas a España
y su rey Fernando XVII ha quedado rescindido. Al final de dicho párrafo
describe lo siguiente: “la naturaleza no nos hizo iguales y solo a fuerza de
un pacto libre espontánea y voluntariamente celebrado puede otro hombre ejercer
sobre nosotros una autoridad justa legítima y razonable”.
Finalmente, destaca el que lo que Chile necesita
es una Constitución vigorosa y un código de leyes sabias que le abran la puerta
de la grandeza que desarrollen sus potencialidades y eleven la majestad del
pueblo chileno.
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