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4) Reseña del libro: El Malestar de la Sociedad del profesor Carlos Cullen.

 

El malestar en la ciudadanía es una obra colectiva de nueve autores que convergen en un proyecto de investigación común: ‘La categoría ético-política de la ciudadanía como constructora del espacio público en la educación y el trabajo’, con sede en la Universidad de Buenos Aires, proyecto que dirige Carlos A. Cullen. El título del proyecto describe el contexto que da origen a este libro. Mientras que el nombre de la obra inscribe, a esta compilación de trabajos, en un lugar que es performativo del punto de vista, el malestar. En este mirador, quien mira y quien es mirado, confluyen en la misma persona. Precisamente porque en la ciudadanía se encuentra, el investigador, como parte comprometida de aquellos que investiga. En otras palabras, consideramos que la ciudadanía, que se estudia aquí, incluye a los investigadores de este libro y, además de interpelarlos, les genera malestar. Posición que los emplaza como testigos y partes de la historia que les toca estudiar. Este doble emplazamiento constituye una característica peculiar de este trabajo.

El título de este libro evoca la influyente obra de Sigmund Freud “El Malestar en la Cultura”. Es pertinente señalar, a su vez, que la ciudadanía es una construcción cultural y, como tal, encuentra un nexo con el texto de Freud. Como construcción cultural, la ciudadanía, aparece, desaparece, muta y reaparece, a través de la historia, de distintas maneras. Las variaciones se realizan sobre dos registros: el primero como práctica social y, el segundo, como teoría. Ambos registros no siempre se acompasan. Y es, precisamente, en este destiempo donde aparece la tensión percibida como malestar. Es oportuno retomar “El Malestar en la Cultura, con la finalidad de definir qué entiende Sigmund Freud por malestar: El autor sostiene que “hay ciertos tipos de enfermos que no perciben su sentimiento de culpabilidad, o que sólo alcanzan a sentirlo como torturante malestar, como una especie de angustia, cuando se les impide la ejecución de determinados actos. Por eso también se concibe fácilmente que el sentimiento de culpabilidad engendrado por la cultura no se perciba como tal, sino que permanezca inconsciente en gran parte o se exprese como un malestar, un descontento que se trata de atribuir a otras motivaciones”.

Inscripto en esta mirada, nos recuerda Cullen, en la Introducción del libro, que en la modernidad la ciudadanía es constituida como resultante del pacto/contrato social (sea cual fuere la variante, entendido como autoconservación por Thomas Hobbes; como autorrealización por John Locke, 2004; o como autolegislación por Jean-Jacques Rousseau, 1996). Acuerdo por el que los hombres entienden que deben desplazarse de ‘naturales’ a ‘ciudadanos’. Desplazamiento que realizan en busca de seguridades que conjuren la amenaza de la guerra y el despojo de lo propio. En términos teóricos, y de manera convergente, la ciudadanía es entendida como principio de ‘bienestar’ (‘estar bien’, siguiendo a Cullen), sin embargo, teoría y práctica histórica no siempre van de la mano. En ese desencuentro la ciudadanía parece, más bien, generar malestar. En otras palabras, Carlos Cullen sostiene que la condición de ciudadanos es, hoy, escurridiza. Y como tal, lejos de generar bienestar es fuente de malestar.

Algunos de estos malestares son consecuencias de algunas variaciones en las condiciones históricas. En concordancia con otros estudios, el autor señala que una de estas condiciones se relaciona con el desfase entre ciudadanía y territorio nacional. Los flujos migratorios, los procesos de globalización, la violencia global, rompen el vínculo entre ciudadanía, pertenencia e identidad.

La condición de ciudadano se asocia, además, con el principio de igualdad ante la ley. Principio que se desdibuja en la cotidianidad. Como escribe Alfredo Zitarrosa en la Ley es tela de araña: “Siempre oí mentar que ante la ley era yo igual a todo mortal. Pero hay su dificultad en cuanto a su ejecución”. Esta suerte de desigual igualdad, también, es origen de malestar. Conjuntamente con la igualdad y la identidad, la ciudadanía remite a su vínculo con el estado y la mediación de los representantes. En el modelo de democracia representativo la ciudadanía gobierna a través de representantes. Pero, tal como señala Adela Cortina (1997), la democracia representativa yerra en su propia definición ya que los representantes, lejos de la voluntad de sus votantes, no representan mas que sus propios intereses.

Finalmente, señala Cullen, que la última mutación de los ciudadanos es hacerlos devenir consumidores. Tensión que Néstor García Canclini recoge en Ciudadanos o consumidores (1995). Sin embargo, la incapacidad de consumir trastoca a muchos ciudadanos en ‘mendigos’. Germen de nuevos malestares.

Tomando como punto de partida estos malestares –que por cierto no son excluyentes del tratamiento de otros en este libro– los investigadores se proponen una tarea que insertan en la tradición genealógica, sistematizada por Foucault (1992) y fundada por Nietzsche (1972), la genealogía de la microfísica del malestar en la cultura. “Parafraseando a Foucault, esta investigación –sostiene Cullen (2007b)– intenta algo así como una microfísica del malestar en la ciudadanía, que consiste en no depositarlo solamente en la cultura (jurídica), sino que intenta ver cómo opera en las prácticas políticas, sociales y morales, donde el derecho (o el poder) se anuda con el no-derecho (o el no-poder)”.

Sin dudas quien lea estas notas, compartirá que la proclama del fin de la historia se constituye, en estos días como el malestar mayor de la ciudadanía. El efecto más radical de la profesión de fe expresada por los ‘pos’ es la clausura de sentido del futuro como posibilidad de modificación que se inscribe progresivamente en el presente. Volver a cristalizar los mundos humanos, nomológicos, históricos, construidos, en mundo regidos presuntamente por leyes naturales, como las del mercado, implica afirmar que nada podemos hacer y nada podemos cambiar. Exitosa labor de los intelectuales escépticos que operan como ‘funcionarios’ de la Razón cínica, según la interpretación de Enrique Dussel.

Este libro trata estas cuestiones, devolviéndole a la ciudadanía su carácter de quehacer histórico y de producción social. Propone el ejercicio de ciudadanía plena como respuesta al malestar. En palabras de Cullen (2007b) la propuesta, que se recoge en diez capítulos, es transformar el malestar en pensamiento crítico. El libro está organizado en tres partes, según describe el compilador: en la primera, los investigadores ahondan en el concepto mismo de ciudadanía en relación con la ética y la política. La segunda parte, circula la lectura de la ciudadanía desde una lectura, foucaultiana, de la ‘microfísica del malestar’. Los últimos trabajos se agrupan en el empalme de la ciudadanía con la educación.


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